Dolor músculo esquelético en niños

Los dolores musculoesqueléticos en niños pueden ser causados por diversos factores, incluyendo lesiones, posturas incorrectas, enfermedades y trastornos hormonales.

La mayoría de los dolores musculoesqueléticos en niños son leves y pasan con el tiempo; sin embargo, algunos pueden ser más graves y requieren tratamiento.

Algunas formas comunes de dolor musculoesquelético en niños incluyen:

• Dolor en las articulaciones: Esto puede ser causado por una lesión, una enfermedad ósea, una infección, una enfermedad autoinmune o una afección de la articulación.

• Tendinitis: Esta afección ocurre cuando los tendones se inflaman debido a una lesión o uso excesivo.

• Escoliosis: Se caracteriza por una curvatura anormal de la columna vertebral.

Las formas de tratamiento para estas condiciones pueden incluir:

Fisioterapia: La fisioterapia es un tratamiento que se utiliza para reducir el dolor muscular esquelético en niños. Esta técnica implica que el fisioterapeuta proponga un programa de ejercicios para ayudar a los niños a mejorar la fuerza muscular, la flexibilidad y la coordinación.

Terapia de masaje: El masaje terapéutico es una forma de tratamiento para el dolor muscular esquelético en niños. Esta técnica se centra en trabajar los músculos afectados, relajarlos y mejorar la circulación. Esto ayuda a reducir el dolor y la rigidez.

Terapia de calor y frío: Esta terapia se puede utilizar para aliviar el dolor muscular esquelético en niños. El frío se recomienda para el dolor agudo, especialmente en casos de lesiones recientes. El frío puede aliviar el dolor al reducir el flujo sanguíneo al área afectada y limitar la inflamación. El calor se recomienda para el dolor crónico, se utiliza para aliviar el dolor al relajar los músculos, reducir la rigidez y mejorar la circulación.

Son muchos los factores que influyen en el desarrollo del dolor músculo esquelético en niños, por ejemplo, el estilo de vida, como realizar actividad física inadecuada, inactividad, sobrepeso u obesidad, mala postura, hábitos de alimentación inadecuados. Factores de la anatomía, ya sea anomalías congénitas o adquiridas que afectan la estructura ósea o articular, incluyendo la presencia de fracturas o traumatismos, displasia de cadera, etc.

La edad también es un factor de riesgo importante, ya que los cambios en los huesos y músculos durante esta etapa pueden contribuir al desarrollo de trastornos músculo-esqueléticos. Y finalmente, podemos mencionar la predisposición genética a enfermedades específicas, como la artritis reumatoide o la osteoporosis, puede aumentar el riesgo.